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Cártel de Suri

Cártel de Suri - Rafael Zaragoza

Los narcotraficantes Desiré Bouterse, expresidente y dictador de Surinam, y Ronnie Brunswijk, el actual vicepresidente.

Surinam tiene el dudoso honor de que su expresidente y su actual vicepresidente apenas pueden salir del país; hay una orden internacional de aprehensión en su contra por narcotráfico. 

Surinam es un país rico en recursos naturales como el petróleo, el oro, el caucho y la bauxita (el mineral del que se extrae el aluminio). Pero el país caribeño también es un paraíso para los narcotraficantes sudamericanos: tiene salida al mar y está cerca de las principales zonas de producción de drogas. Además, sus fronteras son frágiles (con Brasil, por ejemplo, colinda con el Amazonas) y cuenta con la infraestructura (aeropuertos y puertos) para enviar droga hacia Europa, África Occidental y Estados Unidos. Tanto el vicepresidente, Ronnie Brunswijk, como el expresidente y dictador, Desiré Bouterse, fueron condenados en Holanda por tráfico de drogas en 1999. Esta es su historia. 

Bouterse nació en Surinam en 1945. A los dieciocho años su familia se mudó a Holanda –el país era una colonia neerlandesa– y el joven se unió al Ejército. Volvió a su país en 1975, dos años después de que Surinam obtuviese su independencia, dado que quería ayudar a consolidar las Fuerzas Armadas del nuevo país. Y vaya si las consolidó: en 1980 organizó un golpe de estado con el que depuso al presidente electo e instauró una dictadura que duró casi una década. Y aunque fueron varios los presidentes que ocuparon el cargo, Bouterse controlaba todo lo que ocurría en el país. 

Ronnie Brunswijk fue el guardaespaldas de Bouterse entre 1980 y 1982. Nació en un pequeño pueblo de Surinam en 1961, y cuando cumplió dieciocho años se unió al Ejército del país recién independizado. Destacó en las filas castrenses y le enviaron a Cuba a recibir entrenamiento para pertenecer a los cuerpos de élite. A su vuelta, fue designado como el guardaespaldas de Bouterse. Durante una visita del presidente a Nickerie, un soldado despistado disparó un tiro por error y Brunswijk corrió hacia el presidente para salvarlo. Fue el inicio de una intensa amistad. Intensa pero breve, dado que, hacia 1983, Brunswijk pidió un aumento de sueldo y que le pagaran unas horas extra. Ambas peticiones fueron denegadas y le expulsaron del Ejército. 

Brunswijk no se tomó nada bien el rechazo. De hecho, se refugió en la selva y, junto a otros compañeros del ejército, montó un grupo guerrillero llamado el Comando de la Jungla: casi todos eran negros cimarrones (descendientes de los primeros esclavos traídos a Surinam que se habían rebelado), y su principal objetivo era derrocar el gobierno de su examigo y mejorar las condiciones de vida de los cimarrones. Durante casi una década, Brunswijk y Bouterse se enfrascaron en una lucha en la que el guerrillero llegó a controlar la mitad del país, mientras que el dictador cometió masacres como la que llevó a cabo en el pueblo de Brunswikj, en el que fueron asesinadas treinta y nueve personas (casi todas, mujeres y niños).

El amigo Pablo

"Brunswijk y Bouterse se enfrascaron en una lucha en la que el guerrillero llegó a controlar la mitad del país, mientras que el dictador cometió masacres como la que llevó a cabo en el pueblo de Brunswikj, en el que fueron asesinadas treinta y nueve personas (casi todas, mujeres y niños)"

Durante la década que duró la guerra civil, la nación se convirtió también en un centro de reunión para mercenarios de todo el mundo y narcotraficantes. Bouterse cultivó una amistad con Pablo Escobar, quien visitó Surinam en al menos cinco ocasiones. En una de ellas, en 1983, fue recibido con todos los honores en el palacio presidencial. Al líder del cártel de Medellín le interesaba construir pistas de aterrizaje clandestinas en Surinam (que es, fundamentalmente, selva) como escala para seguir hacia Estados Unidos y Europa. 

El fin de la guerra civil se empezó a fraguar en 1987, cuando la presión internacional hizo que Bouterse dejara el cargo y convocara elecciones. En 1989, Brunswijk declaró un alto el fuego. Su Comando de la Jungla se integró al Ejército de Surinam y, tres años después, en 1992, se firmó una tregua definitiva. Brunswijk incursionó en la extracción de oro, con lo que se convirtió en uno de los hombres más ricos del país. Además, fundó un partido político, con el que buscó integrarse en la vida política nacional. Las FARC también se interesaron por lo que estaba ocurriendo en Surinam y propusieron un lucrativo negocio: comprar armas del Ejército de Surinam y pagarles con cocaína. 

La estrecha colaboración de ambos políticos con los colombianos provocaron el interés de las autoridades holandesas y francesas. Y tanto Brunswijk como Bouterse fueron condenados en 1999 en una corte holandesa por tráfico de drogas. Se les condenó por formar parte del llamado Cártel de Suri y por introducir en Holanda una tonelada de cocaína. A Bouterse le condenaron a una pena de once años de cárcel, mientras que Brunswijk fue condenado a ocho años. A pesar de que existen órdenes de aprehensión de Interpol en contra de ambos políticos, difícilmente se cumplirán. Surinam no tiene tratados de extradición y, mientras ambos sigan controlando la política del país, difícilmente pisarán la cárcel. 

Una década después de dejar de ser dictador, Bouterse se presentó como cabeza de lista de su partido y fue electo presidente de Surinam en el 2010. Una de sus primeras decisiones de gobierno fue convertir en fiesta nacional el día que lanzó el golpe de Estado en 1980 (llamado, en Surinam, el Golpe de los Sargentos) y condecorar a los golpistas. Otra de sus medidas polémicas fue decretar una ley de amnistía para quienes perpetraron el asesinato de quince opositores en 1982. Entre los beneficiarios de la ley estaba el propio Bouterse. 

Los escándalos no pararon ahí. En el 2013, Bouterse creó la Counter Terror Unit, un grupo de élite para combatir el terrorismo en el país, y puso al frente de la misma a su hijo. Dino Bouterse no terminó el curso del Ejército, y, aun así, su padre le regaló el rango de sargento. El nombramiento fue polémico, dado que Dino había sido condenado por narcotráfico y tráfico de armas en el 2005. Cumplió cinco de los ocho años a los que fue condenado antes de quedar en libertad. Duró poco al frente de la nueva unidad. Lo detuvo la DEA en Panamá, a pesar de viajar con pasaporte diplomático, y lo extraditaron a Nueva York. Ante un juez estadounidense, Dino se declaró culpable de darles pasaportes de Surinam a integrantes de Hezbollah y de permitirles operar en el país. Le condenaron a dieciséis años de prisión. 

A pesar de la corrupción que rodeó su presidencia, Bouterse se reeligió en el 2015 y permaneció en el poder hasta el 2020. Un año antes de culminar su mandato, un tribunal anuló la polémica ley de amnistía por los crímenes que cometió durante la dictadura. Ese mismo año, en el 2019, un tribunal militar le condenó a veinte años de prisión por su participación en los asesinatos. Bouterse apeló la decisión y, por el momento, sigue en libertad. 

La carrera de Brunswijk tras dejar las armas tampoco ha estado exenta de polémica. Es parlamentario desde el 2005, y en el 2007 golpeó en la tribuna a un rival político del partido de Bouterse. Además de amasar una enorme fortuna con el oro, Brunswijk compró un club de fútbol, el Inter Moengotapoe, y mandó construir un estadio al que le puso su nombre. En el 2005, lo suspendieron durante dos años por amenazar con una pistola a los jugadores rivales en un partido de la liga local. Brunswijk, además, rompió todos los récords al jugar cincuenta y cuatro minutos de un partido internacional contra un equipo hondureño en la Liga Concacaf. Tenía sesenta años, lo que supuso un nuevo récord Guinness. La FIFA volvió a suspender a Brunswijk cuando se filtraron vídeos en los que se le veía ofreciéndole dinero a los rivales en el vestuario.

Por aire, tierra y mar

Surinam

Surinam tiene una población de apenas seiscientos mil habitantes, distribuidos en un territorio más grande que Grecia (donde viven diez millones de personas). La mayor parte del territorio es selva y es una de las razones, junto a la rampante corrupción, que hacen que el país tenga un enorme atractivo para el tráfico de drogas. Durante las décadas de los ochenta y noventa, muchos traficantes aprovechaban los vuelos diarios que tenía la capital, Paramaribo, con Ámsterdam para embarcar mulas en los aviones e introducir la droga directamente al aeropuerto de Schiphol. 

Muchas de las pistas de aterrizaje clandestinas que se construyeron en los ochenta y noventa siguen existiendo y siguen siendo utilizadas para transportar farlopa desde Colombia, Perú y Brasil. El país tiene una extensa red de ríos que atraviesan el Amazonas y la jungla surinamesa, por lo que los narcos también navegan por ellos para transportar su mercancía. Otra de las modalidades que las autoridades han detectado es lanzar los fardos desde los aviones frente al litoral para que sus cómplices las transporten a tierra firme. Desde allí, Europa y Estados Unidos les esperan. 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #314

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